viernes, abril 17, 2009

CRISTO RESUCITÒ, ALELUYA


“Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (I Corintios 15,14)

Nuestra Fe Cristiana se fundamenta en la Resurrección de Cristo, pues creemos en un Cristo Resucitado, en un Cristo Vivo, es por ello que la celebración de la Semana Santa, la Semana Mayor, es muy especial, incluso más que la Navidad, me atrevería a decir.

Este gran acontecimiento de la Resurrección es único y muchos pueden (¿o podemos?) dar testimonio de ello.

Meditemos en cada uno de los personajes TESTIGOS de este acontecimiento:

María Magdalena
(Mt. 28, 1-10)


La mujer juega un papel muy importante en la Iglesia y no el de ser “comunicadora” presisamente, como más de una vez habremos bromeado en nuestras comunidades, sino que, su servicio y su prudencia al ejercerlo, hacen de ese servicio un privilegio.

Mientras María y las otras mujeres iban a cumplir su labor, al encuentro del Maestro, pero es Él quien sale a encontrarse con ellas.

Es curioso como la fragilidad de las mujeres las hace a la vez fuertes ante una dificultad, cuántos de nosotros abandonamos, por mas cristiana que sea, nuestra misión, cuando se torna difícil, ellas en cambio, en medio de llantos, deciden ir a cumplir con lo encargado, porque se trata de Jesús, le saben dar su valor y Él les sabe corresponder, haciéndoles partícipe de una inmensa alegría… la dolorosa labor de asistir el cuerpo yaciente del Maestro, se convierte en la Jubilosa Tarea de ANUNCIAR SU RESURRECCIÓN. Muy bien merecido chicas - “solo quien sea capaz de soportar dicha prueba y no tirar la toalla, se merece tremenda Misión”.

Pedro y Juan
(Jn. 20, 3-10)


Ambos corrian al sepulcro a “ver” que pasaba, a tratar de entender lo contado por las mujeres ¿cómo es eso que el Maestro no está?.

Llega Pedro y entra al sepulcro y efectivamente, el Señor no estaba, sin más reflexión que el asombro al ver la escena, se va.

Juan, quien se había adelantado, pues era un Joven (emprendedor, entusiasta, curioso), pero no hacía las cosas por hacer, sino que todo era, se podría decir, friamente calculado, tanto asi que al llegar y ver lo que seguramente iba a comprobar lo dicho por las mujeres, se detiene, reflexiona y ya preparado, se dispone a entrar, a diferencia de Pedro, este discípulo no solamente “ve”, sino que “mira”, observa cada detalle que es capáz de describirlo en un posterior libro evangélico, observa con tal sutiliza que es capáz de sacar de ello su particular conclusión, no comprobar lo que le “habían contado”, sino entender por si mismo lo ocurrido - vio y creyó - esto hace de Juan un testigo del acontecimiento, luego, sigue reflexionando (¿qué? ¿no que era entusiasta?, para que vean que por más Joven alocado que sea, sabía lo que hacía y en el momento en que lo hacía).

Los Guardias
(Mt. 28, 4 . 11-15)

Sí, los guardias también fueron testigos de lo ocurrido, vieron lo acontecido, se atemorizaron, pero no entendieron nada, al menos algunos de ellos, quienes no le dieron la real importancia a lo ocurrido, un hecho fantástico, impresionante, paranormal - si se quiere - pero no trascendente en sus vidas, con muchas inquietudes en sus cabezas (no en su corazón, pues no se dieron chance de meditar el hecho), fueron ante quien, debería darles respuesta, los sabios, los que saben de profesías y esas cosas, pero no recibieron más que el peso de otra roca, una roca que no tendrían que custodiar, sino que la llevarían sobre sus hombros y los detendría en el camino hacia la Verdad Plena… y la duda se convirtió en mentira.

Llámese a esa roca, dinero, placer, comodidad, todo lo que sea ofrecido por la frivolidad y la irreflexión (el mundo), aquello que te estancaría en una metira, aquello por lo que serías capaz de dejar de buscar esa Felicidad, esa Verdad, aquello por lo que serías capaz de engañar… de engañarte a ti mismo.

Los otros, pocos, muchos, no lo se, seguro que si se dispusieron a la reflexión, seguro que no fueron capaces de cargar con esa piedra tan pesada de la mentira y seguro que si acudieron a quienes les puedan ofrecer verdaderas respuestas: al amor y a la esperanza (la iglesia).

Los Discípulos de Emaús
(Lc. 24, 13-35)

¿En qué se diferencia el camino de Jerusalén a Emaús y el de Emaús a Jerusalén? Parece una pregunta capciosa, pues sabemos que la distancia es la misma.

El camino de Jerusalén a Emaús es un camino duro, lleno de tristeza y desconsuelo, literalmente es un atardecer… se murió Cristo, se murieron sus esperanzas y todas sus espectativas por un mundo mejor, sin embargo, esa Esperanza sale a su encuentro, el Consuelo de su desconsuelo está allí, con ellos, lo escuchan, lo sienten, pero no lo ven, las lágrimas no les permiten ver, de entre el desierto, el maravilloso Oasis que tienen antes sus ojos, el atardecer les impide reconocer a Quien les trae la Buena Nueva, necesitan luz y esa luz viene en forma de Pan.

El camino de Emaús a Jerusalén es un camino iluminado - a pesar de ser ya muy tarde - es un camino iluminado por la alegría, por el gozo de la Gran Noticia, es un camino igual de accidentado pero en otra dirección, no en dirección a la felicidad, sino hacia el anuncio de ella, felicidad de la que ¡ya! son partícipes. Estos personajes pasan de ser siluetas en la penumbra a ser “Portadores de la Luz”.

Los Once

(Mc. 16, 10 ; Lc. 24, 33-43)

Los once, estaban tristes y llorosos por la muerte de Jesús, cuánto más lo estarían al escuchar desvariar a unas mujeres que aseguran no solo que Cristo está vivo, sino que lo habían visto, ¡pobrecitas! - dirían - aún no lo superan, están peor que nosotros.

El no creer a los testigos, es no creerle a Cristo mismo, pues Él ya lo había anunciado, se podría esperar de cualquiera, ¿pero ellos?, ellos convivieron con el Maestro… ¡si! pero no habían entendido nada.

Lo que si sabían y de buena fuente, es a vivir el Amor, la comunidad, tanto que ha pesar de la negación de Pedro y de que entre ellos no tuviesen cara para mirarse por la culpa que sentían, estaban juntos, recibían la fortaleza necesaria - mas no suficiente - para ese momento de llanto. Pero, tuvo que venir Él mismo, el Maestro, a enjugar sus lágrimas, nadie le gana en gestos a Jesús, es tan detallista, ellos tratando de demostrarse amor en los momentos difíciles y el Amor haciéndose presente en medio de ellos.

Ya no es la tristeza y el llanto lo que inmoviliza a los discípulos, sino la alegría y el asombro que los detiene a contemplar tan maravilloso suceso.

Todo eso pasó en un solo día, sin embargo, el evangelio se actualiza en:

Pablo
Hech. 9, 1-16 ; 22, 14-15 ; I Cor. 15, 14-22

¿Testigo de la Resurrección? ¿Cómo, si no había conocido a Cristo en persona?

Cómo que no, Pablo afirma - “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” - su fe la fundamenta en la Resurrección de Cristo, algo que para él es real, no se lo han contado, sino que él mismo da testimonio de lo que ha “visto y oído”… y es capaz de dar su vida por defender la Verdad…

Nosotros
… Un verdadero Cristiano, no es un cuentacuentos que se sabe partes de la Biblia, sino que es un testigo de lo ocurrido ese domingo de Pascua, es un testigo de la Resurrección de Cristo y da tetimonio de eso.

No se que tipo de testigo eres, si como Magdalena que afronta el sufrimiento y es capaz de escuchar, en medio del llanto, la voz de su Señor que la llama por su nombre; o como Pedro y Juan que buscan comprobar si es cierto o no, algunos se dejan llevar por lo “evidente”, otros se detienen a reflexionar; como los de Emaús, que después de su encuentro con el Señor, deciden cambiar de sentido, mas no de camino; como los Once, que buscan consuelo en el amor de las demás personas y encuentran en ello al gran Amor; o porque no decirlo, como los Guardias, algunos, viendo acontecimientos importantes en su vida, pretenden darles explicación, acudiendo a horóscopos, adivinaciones, etc. y estas los detienen en su búsqueda prometiéndoles amor, dinero y salud, o los otros que son capaces de buscar la Verdad en donde si la encontrarán.

Sea como sea, un Cristiano debe ser TESTIGO de lo acontecido en su propia vida, no de lo que los demás le han contado, sino de lo que él mismo ha “visto y oído”, un Cristiano debe dar TESTIMONIO de sus encuentros con el Señor que Vive, un Cristiano debe dar testimonio de lo que el Señor a hecho en su vida, pues las cosas pasan por algo, nada sucede por casualidad, sino por causa-lidad, por una causa.

Que seamos capaces de reflexionar los pequeños o grandes detalles que nos regala Nuestro Señor en cada momento de nuestra vida y que María, nuestra Madre, nos tome de su mano en este encuentro-anuncio de Cristo Vivo.

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